más amistad!!

dibujos de bill ------> bill es lo máximo!!!
Alrededor del “pentagonito” en San Borja algunas secuoyas mecen sus ramas al compás del viento, durante el atardecer. Algunos cuantos metros más a mi derecha, algunos niños fuman mucha marihuana y beben cerveza abstraídos por la noche (catarsis, del encanto) y me dedico a avanzar un poco más...
La noche me encuentra escapando de clases, y moviendo las sombras de los pies un poco por delante y un poco por detrás, secándome el sudor en la frente (de caminar miles de metros en la nada) y en una banca que es una espera, y que nunca antes había visto por aquí, y que ahora es una cama de hospital...
- Malena trabaja y vive a unas cuantas cuadras de aquí -pienso.
La noche me atrapa. Escucho una música extraña. Las risas de un par de enamorados caminar. Reconozco la letra de la canción. Intuyo que proviene de una de las habitaciones de una de las casas de alrededor. Y me estremezco. Y luego escucho a la pareja de enamorados correr... Una brisa me sacude el pelo (engominado y quieto) mientras expongo mi sombra a la luz de la luna, y el viento corre.
Sentado bajo las raíces de un árbol enorme y viejo (extraño, muy fuera de mí) y sentado bajo lo que es un poste de luz viejo, encorvado y amarillo, observo excremento seco de palomas en el pavimento, mientras reconozco entera la letra de la canción que suena dentro de la casa y que puedo escuchar de puro milagr. Uno de los niños ebrios orina muy cerca de aquí, escondido detrás de un árbol, que es casi igual de viejo que el mío.
- ¿Y ahora qué vas a hacer, Michael? -me pregunto.
Me pongo de pié. Doy un par de saltos. Husmeo el interior de la casa. Admiro la decoración y la media luz imperante en el ambiente. Había una ventana cerca a la puerta, y aquella ventana estaba corrida del todo. Por afuera, la casa tenía un color medio lúcuma, y el interior y la forma de ella eran medio como contemporáneos.
Escuché unos pasos. Di una la vuelta y sonreí. Así me hubiera echado a correr, sería imposible pasar desapercibido. Todavía se escuchaba al fondo alguna otra canción.
- Disculpa...
La imagen de una mujer hecha y derecha me heló la sangre. Luego de desesperarme un poco, pude ver que lo único que ella quería era sacar la basura y nada más. Me preguntó por qué estaba solo en el bosque y esto me llamó la atención.
- ¿Bosque?
Yo ya me había hecho la idea de volver a casa temprano.
¿Qué más iba a hacer?
Sin embargo no podía, porque era lunes, y supuestamente estaba en clases.
- No lo sé...
Me pregunté qué habría visto.
¿Qué había para ver?
Además es todo tan tedioso...
Luego me di cuenta que llevaba el pelo mojado, y que tenía bonita cara, bonita nariz, bonito cuerpo. También me di cuenta que estaba muy informal, que llevaba un buzo apretado, un polo, unas medias, un short (¿?), unas hojotas (que no me molesté en ver), y una que otra sonrisa debajo de la manga. Había salido de una puerta trasera inimaginable, a una cochera sin carros que tal vez no esperaba a nadie. Otra vez se me heló la sangre en el cuerpo.
Malena rió.
Y yo también me reí.
- No sé. Mis hijas dicen que es un bosque. ¡Ja, ja!, y no sé qué pensar, porque de verdad parece un bosque, ¿no crees?...
Asentí.
Ambos miramos el bosque. Habían caminos sinuosos, árboles inmensos y postes de luz amarillos. También había una noche decadente y angular.
- O sea, como que la palabra parque le queda chica ¿no?
Esperé unos minutos, confundido.
- ¿Cómo te llamas, hijo?
- Me llamo Michael. ¿Y Ud.?
- Yo me llamo Malena... pero nada de Ud. ¿OK? -Hizo un ademán indescriptible. Luego hizo una mueca extraña con la cara- Me haces sentir más vieja que de lo que en verdad soy... -Malena volvió a echarse a reír. Había dejado la basura hacía rato. Ahora me miraba fijamente mientras reía.
Yo no sabía qué pensar.
Luego la miré de arriba abajo (tengo la mala costumbre de mirar en otras direcciones mientras converso con alguien) y entonces cambié de postura las manos. Malena me invitó a pasar y a tomar una tacita de café.
Me pregunté si me había confundido con alguna amiga suya.
- ¿Sabes que tengo hijas como de tu edad?
Me pregunté qué significaba eso.
- Ya sabes, te las podría presentar si quieres -recuerdo que aquella vez Malena me guiñó un ojo.
- ¡Ja, ja, ja! Lo tomaré en cuenta, Malena -le respondí, después de un rato.
Hicimos buena conversa. Había entrado por la puerta trasera que daba a una cochera interior. Ahí supuestamente vivía el perro, porque había una casita de madera vieja, intacta. Malena me comentó entonces que su perro había muerto. Yo le di la razón (¿?). Practiqué un suspiro. La cocina era de mayólica negra, muy contemporánea. La mesa era de metal.
Me pregunté qué edad tendría la mayor de sus hijas. ¿Doce, trece años?
Luego me invitó a pasar a la sala. Admiré por un momento los cuadros y la atmósfera. Había entrado a la sala que había visto desde afuera. Escuché algunos boleros que sonaban desde arriba. Pronto se me hizo la noche inquieta.
- Disculpa, dejé la música prendida... -Malena agitó sus piernas y subió las escaleras trotando. Me pregunté si ella también correría alrededor del “pentagonito” por la mañana.
A los minutos, cuando ya me había sentado en uno de los sillones y miraba con desdén un cuadro con motivos indígenas, me inquieté del todo y subí las escaleras. Escalón por escalón. Revisé los posible finales, algunos juegos mentales abstractos. Un bolero que no dejaba de sonar.
Y me pregunté:
- ¿Por qué a alguien como Malena le gustan los boleros? Y, ¿por qué alguien como Malena no escucha mejor The Carpenters?
Una nube de humo me tapó la cara. Malena se había sentado en una cama de una sola plaza, en un cuarto que supuse sería de una de sus hijas mayores. Entonces me di cuenta que Malena tenía cuarenta años. Entonces vi a Malena como una mujer de cuarenta años en busca de placer: carnal, moral, reivindicativo...
- Que bueno que hayas subido.
Tiré la colilla del último cigarrillo, exterminé los recuerdos fumé como un loco toda la noche, el niño que orinaba cerca a mí se fue, escoltado por sus demás amigos ebrios que desaparecieron entre la bruma incandescente de las secuoyas y su luna. Luego se volvieron amarillos hasta que se perdieron fuera de mi alcance visual, caminando hacia lo que parecía ser Surquillo. Suspiré.
Prendí otro cigarrillo. Intenté tranquilizarme. Decidí caminar hasta la avenida Primavera, para volver a casa. Y antes de eso, en el camino, me detuve a contemplar un enorme monumento por la gente muerta durante los diez años de guerra interna, de terrorismo. Y pude ver a un tipo de pelo encrespado que reconocí como amigo de Melisa en menos de un segundo. Procuré alejarme.
Gustavo estaba vestido extraño. Llevaba un saco medio colorido, blanco con motivos rojos y a cuadros, medio como de los sesentas. Se pararon justo frente al monumento, frente al “pentagonito” a fumar. Una chica, un poco baja de estatura, con el pelo rojizo, era el centro de atención de todos. Antes de que se dieran cuenta de mi presencia, desaparecí, dejando de pensar en Malena, de cuando me llevó a su cuarto y lo demás: una televisión de cuarenta pulgadas, una cama con frazadas de lana blanca y un baño enorme con jacuzzi. Cogí mi maleta, y me fui. Como si no me fuera difícil ya de por sí, intentar ser abogado...
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Asu! he superado un bloqueo que me ha tenido más de 1 mes sin escribir. Supongo que ahora terminaré la segunda parte de mi esperada novela. Con esto demuestro de que en la adversidad el artista florece. Agradezco a daniela por darme un amor que no merezco.
Te amo, dani!!
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